LA CHICA DANESA [CINE]
La chica danesa parece en principio una de esas películas en la que vemos que algunos artistas son capaces de hacer lo que sea con tal de recobrar la inspiración perdida o de vender un cuadro como Big Eyes o La vida de Adele (aunque no tan subida de tono). Sin embargo a medida que avanza el relato ya empezamos a identificar al actor que eficazmente se puso en la piel de Stephen Hawking en La Teoría del todo. Nuevamente la construcción que Eddie Redmayne hace de su personaje es brillante de pies a cabeza (sus ademanes, sus gestos, la delicadeza de cada movimiento, el temblor de su mano al tocar el vestido, su mirada). Además, como en aquella...
...otra vez el peso de la trama recae sobre la actriz secundaria, Alicia Vikander (Ex machina, Ana Karenina), como si no hubiese otra manera de conocer al protagonista más allá de su mejor amiga o compañera de vida.
En fin, él es Einar/ Lili y la sueca, su esposa Gerda. Son una pareja de artistas de los años veinte en Dinamarca. Él, reconocido, ella con una posibilidad de éxito en puerta que no puede dejar pasar y requiere por ello de la colaboración de su marido a quien le pide que pose generosamente para ella con el atuendo que debía llevar la modelo que tarda en llegar (vestido, calzado y medias) sin saber que con ello desencadenaría el destape de una identidad femenina escondida en Einar que comienza a manifestarse por la manera de vestirse y que terminaría afectando su comportamiento, poniendo en riesgo su matrimonio y hasta su propia vida.
Este es el argumento que Lucinda Coxon toma de la novela escrita por David Ebershoff sobre la vida de Einar Wegener (uno de las primeros personas conocidas en someterse a un cambio de sexo) para la adaptación cinematográfica recientemente nominada al Oscar en las categorías de mejor actor, mejor actriz secundaria, diseño de producción y vestuario, lo que merece un párrafo aparte. Pero cabe señalar que no se trata de una biografía, sino de un ficcional (y teñido de rosa) que surge a partir de un hecho dramático real.
El director Tom Hopper (El discurso del rey, Los Miserables) sabe hacer un buen uso del arte en sus películas y ésta no es la excepción. El guión se sustenta por la belleza estética que le otorga la fotografía de Danny Cohen (La habitación, el discurso del rey) y el maravilloso vestuario que aporta el diseñador Paco Delgado.
Estamos sobre todo ante una historia de amor incondicional sumamente recomendable de ver donde no hay lugar para el egoísmo cuando se trata de dejar ser al otro, de darle alas y dejardo volar (Gerda acompaña en todo momento a su marido, renunciando a sus intereses en pos del bienestar de la persona que ama) y por otro lado tenemos el tema central del argumento, una disforia de género, desconocida hasta entonces. No había un tratamiento ni una asistencia adecuada para un paciente con estas características sin caer en un diagnóstico de perversión o esquizofrenia, cuando no terminaba tras las rejas.
En ese contexto, una operación de cambio de sexo era impensada. Podemos imaginarnos lo difícil que era enfrentar en ese momento a una sociedad conservadora, pero tal vez el hecho de ser artistas y tener un espíritu libre, una mente y un corazón más abierto al resto (Se dice que Gerda era lesbiana, aunque esa parte no se incluye ni en el libro ni en la adaptación) les posibilitó ser pioneros en esta revolución por la identidad que hoy sabemos que no termina con una o varias operaciones, sino que requiere además de un tratamiento psicológico para ser capaz de llevar ese cuerpo nuevo, lo que en más de una oportunidad ha terminado en suicidio.
¡Atención, Spoiler!
Lamentablemente en la película no llegamos a ver las consecuencias de la cirugía, por la muerte de Lili. Suelen ser terribles y en el peor de los casos hay quienes se arrepienten con el tiempo de esa decisión muchas veces desesperada por no encontrar una solución para lo que les está pasando.
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Sin lugar a dudas el mayor logro de esta producción es el gusto por el detalle y la sensibilidad de las interpretaciones, mientras que en el debe queda esa sensación de engaño, entre la biografía y el ficcional donde se disfraza la realidad y basta intentar conocer un poco más a las personas reales detrás del personaje para descubrir que no eran como los pintaron. Es hora de empezar a mostrar la realidad del color que es, sin teñirla de una moralidad inexistente, menos entre los artistas de la época que eran considerados "liberales" y de buscar un compromiso mayor del cine para con estos temas controvertidos, que apunte menos a la taquilla o al Oscar y más a quienes afrontan la transexualidad día a día sin tanta pompa (por más lindo que se vea en pantalla) y sin dinero para costear caros tratamientos o cirugías de adecuación sexual. Algunos no tienen ni un trabajo digno por su condición casi un siglo después y todavía no encuentran su lugar en la sociedad.
VALORACIÓN: 6/10
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