SICARIO [CINE]

Cuando los insurrectos en Judea planeaban atacar a los gobernadores romanos en el siglo I durante las revueltas contra el Imperio, los encargados de perpetrar los asesinatos utilizaban una espada corta o daga denominada sica, por tanto los portadores de tal arma se les llamaba sicarii. Dicha daga la podían ocultar bajo la túnica sin levantar sospechas y así poder acercarse a su objetivo para acabar con su vida. Sin embargo, cuando un gobernador era asesinado, Roma enviaba inmediatamente un sustituto. La cabeza de la serpiente podía ser cortada, pero enseguida renacía una renovada en su lugar.

Han pasado dos mil años y el método no ha cambiado. El imperio es otro y lucha contra otro que se esconde bajo una capa de corrupción, crimen y asesinatos. La CIA, el FBI, el Gobierno yanqui y todas sus agencias gubernamentales (DEA, ATF...) han utilizado todas las herramientas legales a su alcance para terminar (o al menos controlar) con los poderosos cárteles de la droga. Si en los 80's y 90's Colombia y el tristemente famoso...









...Pablo Escobar eran el ojo del huracán, desde hace unos 15 o 20 años el foco de la droga se ha trasladado con mayor virulencia a Méjico. Ciudad Juarez, Durango, Sinaloa, Tijuana, El Golfo y numerosas zonas norteñas en su mayoría son el nuevo rival al que se enfrentan los grupos policiales y de operaciones especiales. 


¿Pero que hacer contra un enemigo tan violento, sanguinario, que no respeta las leyes, códigos éticos y emplea el terror como arma? Se combate con más terror. Así al menos es la visión de Dennis Villenueve sobre este polémico asunto. Si ya puso en relieve su versión de la pederastia y los secuestradores de menores con la interesante 'Prisioners' (donde abría un caldeado debate sobre la moralidad y sus consecuencias) con 'Sicario' abofetea la conciencia yanqui donde más le duele: en su autosuficiencia y prepotencia sobre toda la humanidad.


Villenueve, que hace olvidar la sobre valorada 'Enemy' (crítica) se mete de lleno en el género del thriller con solvencia, con pulso y ritmo asincopado cuando lo necesita la narración. Nos pone en el mismo prisma que su protagonista (Emily Blunt) dejándonos a oscuras durante un buen tramo de la historia, sin saber bien qué juego estamos llevando a cabo, qué papel tenemos en la trama y cuál será la consecuencia de nuestros actos. Blunt, una heroína a su pesar, es el títere que se ve obligado a moverse según los intereses creados por las altas esferas del gobierno que pretenden destruir los cárteles de la droga en Méjico para instaurar al anterior imperio colombiano con el que tenían un "control" soportable en sus acciones.


El alzar la voz (de una sospecha que todos sabíamos en secreto) sobre las relaciones del gobierno yanqui con el control de los cárteles de la droga colombianos no sorprende a nadie, pero el modo en el que intercala esta historia con la eterna cuestión de "el fin justifica los medios", hacen de 'Sicario' un estupendo ejercicio de conciencia y de justificada náusea hacia los poderes establecidos. Con un reparto solvente y de impecable factura (donde destaca, una vez más, el convincente Benicio Del Toro) y un guión (obra del debutante en estas lides Taylor Sheridan) que durante la narración es capaz de tener momentos intimistas ajenos (en un principio) a la trama principal para devolvernos en un epílogo formidable a la cruda realidad: todo vale para conseguir que todo siga igual.


El terror se combate con terror (una oportuna película en estos tiempos tan turbulentos que vivimos) esa es la pavorosa realidad que Villenueve refleja con su cámara, con sus planes cenitales, como plasmando que si lo vemos de lejos, el terror es mínimo; las consecuencias asumibles y el resultado necesario. Con una árida fotografía, unas secuencias efectistas y de obligada realización para dar empuje al curso del film (el tiroteo en el paso fronterizo o las escenas de torturas, que aunque no las vemos son terribles pues la imaginación nos lleva a crearlas) 'Sicario' destaca por la frialdad con que nos narra una cruda historia que bien puede estar pasando ahora mismo.



El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Si la violencia es atajada con mayor violencia y ésta da resultado, adelante con ella. Méjico es plasmado como un personaje más, pero desde la lejanía, en silencio. Testigo mudo de la apisonadora que tiene Villenueve por cámara. Blunt asume su rol de daño colateral, de mal necesario y trasluce la duda que todos tenemos ante este desafío. Un thriller sin pausa pero que se detiene en pequeños detalles que la hacen grande. Un revelador final que duele por lo cruel que es, por lo distante que nos deja. Pero no como un defecto, sino por que es la consecuencia real del mundo en el que vivimos. Nos dejamos arrastrar, no queremos ser dañados pero en el fondo deseamos que nuestros enemigos sean destruidos. El modo, no nos importa, tan solo no queremos verlo.

Para ello, llamamos a un sicario.

VALORACIÓN: 8/10

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