MAD MAX: FURY ROAD [CINE]
Volvemos a las áridas tierras australianas donde todo comenzó hace 36 años. Pero no todo sigue igual, al contrario, la arena es más dura, sucia y el sudor cobra vida. George Miller se ha sacado la espina, a lo bestia, con esta fulminante secuela de su anti-héroe por antonomasia: Mad Max. Nuevo rostro, nuevos personajes, nueva historia pero todo pasado por la quintaesencia del cine espectáculo elevado a la máxima potencia. El motor ruge como nunca, la gasolina fluye con insolencia y la adrenalina sustituye a la sangre en esta explosiva continuación de la epopeya post-apocalíptica más ambiciosa de la carretera. Lejos han quedado aquellos V8 donde nuestro querido Max aporreaba a los salvajes de la autopista. Ahora la locura tiene sentido, la senda del guerrero se ha definido como nunca antes y sabemos por fin que Max nunca se fue, solo estaba meditando cuánta locura mostrar al mundo. No estábamos preparados para tanta...
...demencia. Y eso nos vuelve locos. Situada cronológicamente entre la primera y segunda parte, reconocemos a Max desde el prisma de los villanos. Para que nuestros ojos reconozcan al nuevo héroe versión siglo XXI, el director y guionista George Miller, disfraza la presentación del guerrero de la carretera con difuminados planos, entre sombras y rápidos movimientos de cámara, lo enfunda en una aparatosa mordaza para que el espectador conecte con el nuevo rostro. Mel Gibson puede estar satisfecho, pues su criatura tiene un digno heredero. Tom Hardy hace suyo al icono de la ciencia ficción australiana de forma lineal, distante y fría pero que poco a poco nos irá deleitando con su selección de frases cortantes y acciones aún más esquizofrénicas. La historia no es solo una maravillosa unión de secuencias de acción magistralmente rodadas, hay mucho más. Una trama que subyace bajo las vastas llanuras de desierto. La redención de unos personajes que huyen de su pasado en busca de un futuro incierto pero necesario.
Los paralelismos a los clásicos temas del mejor cine de aventuras se erigen como epicentro de este descomunal ejercicio de puro espectáculo visual. La venganza, la traición, la idolatría, la esperanza y el tormento de unos personajes de los que sobresale una portentosa Charlize Theron, que roba a sabiendas cada plano en el film. Un personaje, Furiosa Imperator, hecha a medida de Mad Max, su alter ego femenino que redime cualquier crítica al cine de macho alfa que Miller siempre había impregnado en esta saga. Luce sucia pero poderosa, bella pero implacable. Una diosa de la arena que guarda más de un secreto. Un ardid del director para embarcarnos en esta trepidante batalla por el control de la carne, del futuro y de la vida misma.
Otro acierto de Miller es incorporar de nuevo como guiño a la trilogía original (entre otros muchos que hay...y si no buscad bien la cajita de música) al actor Hugh Keays-Byrne como Inmortal Joe. Tras su Cortauñas de la primera parte, aquí se eleva como el mejor villano de toda la saga, con permiso de Humungus y Tía Ama. Un malvado de la función que no solo aporta la fuerza visual necesaria con una impresionante caracterización sino que además deja muchas incógnitas subyacentes en sus motivaciones como personaje. Una guerra de poderes entre él y Furiosa Imperator que hace vibrar las casi dos horas de metraje.
La nueva ciudad presentada como el último oasis viviente, La Ciudadela, tiene una riqueza de personajes, personajes y subtemas que enriquece toda la historia, a priori un simple vehículo de efectismo visual, pero que poco a poco se desmarca como una verdadera tesis del poder de la vida sobre la muerte. La búsqueda de mártires que refuercen la creencia en un futuro esperanzador. Theron y Hardy se combinan a la perfección y dejan entrever que ambas figuras son las dos caras de la misma moneda. El espectador se deja llevar desde el minuto uno por la mitificación de Mad Max, su iconografía y su vertiente más ruda. Escasos diálogos en boca de Max pero que no hacen sino agrandar más su leyenda. Una épica presentación del nuevo loco de la carretera que envuelve de polvo y destrucción todo a su paso. ¿La mejor de la saga? Sin duda. Varios motivos lo avalan: su poderosa fuerza visual que combina elementos de F/X con acción real haciendo muy difícil discernir cuándo empiezan unos y acaban otros. Una banda sonora, a cargo del siempre sorprendente Junkie XL (Tom Holkenborg) que es capaz de combinar las melodías más atronadoras con temas de Ennio Morricone o los Dire Straits, para que los planos visuales sean demoledores así como ciertas figuras en pantalla sean hipnóticas (el guitarrista Doof Warrior). Impagable.
La riqueza visual de 'Mad Max: Fury Road' se debe en gran medida al uso del color en pantalla, una fotografía que juega con los contrastes cromáticos dependiendo del momento de la trama. Un elemento que hace cobrar vida al film, nos hace sentir que estamos sedientos de agua, apenados por la verdad o atemorizados por la incertidumbre. Del mismo modo que el director juega con los términos vida-gasolina, sangre-fuerza, leche materna-futuro, nos hacemos yonquis de este tipo de cine tan necesario y tan poco bien llevado a la pantalla. Pura energía, adrenalina impulsada a golpe de acelerador y motor nuevo y perfectamente engrasado. Larga vida a Max, sed testigos y por que cuando visteis 'Mad Max: Fury Road' dijisteis aquello de: "Qué día...qué gran día"
VALORACIÓN: 9/10
Amén!!!! Me has dado ganas de volver a verla!!!!
ResponderEliminarMagnifica reseña. Voy de nuevo, la cuarta es le mejor.
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