MACHISMO, EMMA WATSON Y CINTAS DE VÍDEO [ESPECIAL]
“Cuanto más hablaba de feminismo, más me daba cuenta de que la lucha por los derechos de las mujeres es para muchos sinónimo de odiar a los hombres. Y si de algo estoy segura es de que esto tiene que terminar”. Esta frase fue pronunciada el pasado fin de semana por Emma Watson en la sede de la ONU. Como embajadora de buena voluntad de la organización fue invitada a hablar sobre la desigualdad de género en la apertura del periodo de sesiones. La cita no parece especialmente beligerante, como en realidad nada del discurso lo es. Muy al contrario realizó una presentación más sentimental que explosiva y muy bien argumentada. Sin embargo apenas unas horas después internet se llenaba de reacciones realmente agresivas contra la actriz. Quiero hacer especial hincapié en la del portal 4chan (famoso por difundir fotografías robadas de actrices) que llegó a colgar este mensaje: “Esa zorra feminista de Emma va a mostrarle al mundo quién es y el tipo de puta que es. Da charlas estúpidas en Naciones Unidas y ahora vamos a verla desnuda online. Muhahahahaha”. Amenazaban con mostrar fotografías íntimas de Watson y llegaron a colocar una cuenta atrás en su web...
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¿En qué grado es machista el cine? La pregunta es mucho más complicada de lo que parece. Resulta complicado establecer conclusiones sobre obras de arte plurales, que están construidas desde distintos lugares y con distintas motivaciones. Poco parecen tener que ver “Transformers 4” con “Casablanca” y menos aún con “Calle Mayor”. Cada obra es hija de su tiempo y del lugar donde nació, tanto como de su autor. Es por ello que encontrar un criterio con el que juzgar la totalidad de películas de la historia y conseguir con él un análisis veraz es totalmente imposible. Sin embargo la cosa cambia si dejamos de aspirar a encontrar una verdad irrefutable y nos centramos en buscar tendencias. Podemos buscar elementos que se repiten en films a lo largo y ancho de la historia del séptimo arte y mediante ellos encontrar tendencias. Si lo hacemos lo que encontramos son líneas de pensamiento y arquetipos de representación que nos enseñan cómo se filtran al cine ideas de percibir y mostrar la feminidad como algo subalterno, simbólicamente inferior. Como decía Simone de Beauvoir, como un “segundo sexo”. Estas concepciones están en la sociedad, no es que el cine sea machista, es que la sociedad lo es y esta realidad se derrama sobre el celuloide al igual que lo hacen las ideologías políticas y los principios morales.
De entre las muchas técnicas de análisis cinematográfico me gusta especialmente el llamado “Test de Bechdel”. Esta prueba fue creada en 1985 por Alison Bechdel en el comic “Dos lesbianas de cuidado”. Es de una sencillez maravillosa y créanme, arroja resultados sorprendentes a la hora de analizar la brecha de género. Para que un film (en realidad cualquier obra de ficción) pase la prueba debe cumplir con tres sencillas reglas:
- En la película deben salir al menos dos personajes femeninos y tener nombres.
- Dichos personajes deben hablan la una a la otra en algún momento.
- Dicha conversación debe tratar sobre algo que no sea un hombre.
Puede parecer algo demasiado sencillo a primera vista, los requisitos no son excesivamente rígidos pero aun así una enorme cantidad de películas no logran pasar el test. Algunos ejemplos son: “El señor de los anillos”, “Avatar”, “”Ciudadano Kane”, “Star Wars”, “El padrino”, “Vértigo” o “Los Vengadores”. Esto no demuestra que una película sea machista y desde luego no demuestra que sea mala, pero pone sobre la mesa una realidad, la industria cinematográfica se sustenta sobre historias muy mayoritariamente masculinas donde los personajes interpretados por mujeres son una excepción y habitualmente tienen un peso en la narración poco importante. Si esto aún les chirría prueben a hacer el test en el sentido contrario. Casi la totalidad de películas de la historia pasan las tres preguntas si las centramos en hombres. Es lo que Katha Pollitt llamo en 1991 “El principio de Pitufina”. Citando sus palabras: “Los espectáculos contemporáneos son protagonizados esencialmente sólo por hombres, o se organizan en lo que yo llamo el principio de Pitufina: un grupo de amigos masculinos será acentuado por una mujer solitaria, definida de manera estereotipada que choca con el comportamiento del personaje principal, que sería un hombre extremadamente masculino.
Como decía antes, esto no identifica una película como machista pero si nos muestra una tendencia que atraviesa fronteras geográficas y temporales. Una película es un lienzo en blanco y cada autor lo llena de sí mismo. De sus pulsiones, de sus creencias y de su forma de interpretar y entender el mundo. La pregunta clave no es si el cine es machista, la pregunta es si nosotros, los espectadores, lo somos. Seguramente en la mayoría de los casos no sea así, pero sin embargo hemos aprendido a consumir un tipo de arte que relega a la mujer a la categoría de alivio cómico, deseo sexual, malvada o madre. Tal vez en lugar de buscar excusas, de pensar que estamos libre de todo pecado, tal vez en lugar aferrarnos a que nunca le hemos hecho nada malo a una mujer, debiéramos reflexionar sobre si el cine, como producto de consumo, está tratando a las mujeres de forma igualitaria. Y desde luego sobre como esa representación de la feminidad influye en nosotros y en el mundo que nos rodea. Si algo nos ha enseñado el siglo XX es que el cine es el mejor constructor de imaginarios colectivos. La ficción alimenta a la realidad y creo que ha llegado el momento de ser más exigentes con ella.
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